Tomado de la versión electrónica del 5º número de la “Revista Comunista Internacional” (http://www.iccr.gr/) del KKE que tiene como tema la cuestión de la guerra imperialista.
“La intensificación de los antagonismos imperialistas en la región del Mediterráneo Sudeste y los Balcanes.
“La guerra no ocurre por casualidad, no es un “pecado”, como creen los sacerdotes cristianos (que predican el patriotismo, el humanismo y la paz tan mal como los oportunistas), sino que es una etapa inevitable del capitalismo, una forma de la vida capitalista tan natural como es la paz.
2. Nuevos asuntos en la región, ante el fondo de los viejos
Desde hace años, en la región hay graves problemas que afectan la evolución de los desarrollos, como son la ocupación de Palestina por Israel, la ocupación continua del 40% de Chipre por Turquía, la “independización” de Kosovo, las consecuencias de la ocupación de Irak por EE.UU., la ocupación de territorios sirios y libaneses por Israel, los desarrollos en Irán donde coexiste la búsqueda de un compromiso con respecto a las armas nucleares y las amenazas lanzadas por EE.UU. e Israel.
En los Balcanes y en el Mediterráneo Oriental hay una multitud de nacionalidades y religiones, minorías nacionales y religiosas de formas de organización social pre-capitalistas en los Estados existentes.
Por supuesto, estas contradicciones, que no han sido “absorbidas” por el desarrollo capitalista, se reflejan también en la superestructura, en el relativo atraso de formación de un sistema político burgués representativo.
Todo ello facilita la política de “divide y reina”, la política de agitación de asuntos de minorías y de fronteras que implementan los imperialistas para promocionar sus planes. Esta situación se utiliza también por las clases burguesas para atrapar a los trabajadores en el marco del nacionalismo y del expansionismo [6].
Es cierto que los cambios de las fronteras, la fragmentación de los Estados no se hacen sin derramamiento de sangre, sin la implicación de intereses imperialistas antagónicos. La consigna que dicen los manifestantes en las concentraciones antiimperialistas en Grecia “Los imperialistas reparten de nuevo los territorios y marcan las fronteras con la sangre de los pueblos” captura la verdad [7].
En estos asuntos las posiciones y los análisis del KKE son bien conocidas. Por esta razón nos enfocamos en los temas más recientes.
Unos de ellos es la llamada “Primavera Árabe”, como fueron caracterizados los acontecimientos en Egipto y en Túnez, en la que hay una combinación de factores internos y externos, donde los internos son predominantes. Esto tiene que ver con la actividad de sectores de la burguesía, de las capas medias, que tienen una mayor participación, y de la juventud, que buscan la modernización de la base económica y la adaptación burguesa parlamentaria del sistema político a la economía capitalista desarrollada. Este objetivo moviliza además a fuerzas obreras.
A menudo, nuevos o viejos sectores de la burguesía se entrelazan con nuevos o viejos aliados extranjeros. Así que estos desarrollos –la movilidad, los enfrentamientos- están ligados con la intervención de grandes Estados imperialistas para el control más eficaz de la región. En todo caso, los planes de EE.UU. sobre el control del llamado “Gran Oriente Medio” no son desconocidos.
Hemos visto que durante los últimos tres años bajo la influencia de los problemas populares agudizados, al principio se organizaron grandes movilizaciones obreras y populares, levantamientos primero en Túnez y luego en Egipto cuyas demandas básicas fueron la confrontación de la pobreza, del desempleo, de la corrupción, la ampliación de los derechos y las libertades democráticas, la eliminación de los regímenes autoritarios de Ben Ali y de Mubarak cuyos partidos fueron miembros de la Internacional Socialista.
Como resultado, al principio, surgieron en el poder las fuerzas del llamado “Islam político”, mientras que en Egipto estas fuerzas (“Hermanos Musulmanes”, presidencia de Morsi) fueron violentamente desplazadas por el gobierno del país, tras el golpe militar, que se aprovechó de las condiciones que se formaron a través de estas movilizaciones organizadas por fuerzas burguesas y pequeñoburguesas, liberales y socialdemócratas, que se unieron temporalmente bajo el “paraguas” de la “laicidad”.
Tanto en el primero como en el segundo caso, estos cambios en la cima de la superestructura política se llamaron arbitrariamente “revolución”, lo cual por supuesto no tiene ninguna relación con la realidad, y esto para los más escépticos lo demuestran los acontecimientos del último período.
Se ha demostrado que las luchas de las fuerzas populares contra el desempleo, la pobreza, la indigencia, la represión estatal, la corrupción, el saqueo de los recursos naturales de sus países por los monopolios nacionales y extranjeros, cuando se limitan sólo a la alternancia de los gobiernos antipopulares, a derechos democráticos burgueses, no tienen el resultado esperado en favor del pueblo. Rápidamente, las expectativas del pueblo han sido desmentidas por las fuerzas políticas que prevalecieron en la llamada Primavera Árabe. Los intereses populares no se pueden satisfacer ni por el gobierno de Morsi y los Hermanos Musulmanes, que impusieron una política antilaboral de apoyo a los monopolios, ni por el sector de la burguesía que ha apoyado el golpe de Estado militar y eligió como presidente de la República al general Sisi.
La crisis en el sistema político burgués de Egipto está conectada también con los antagonismos de centros imperialistas para asegurar los recursos naturales de la región amplia y de las rutas de transporte de energía.
La burguesía de Egipto tiene soluciones alternativas para salvaguardar sus intereses; el papel del ejército y de los llamados movimientos religiosos son algunas de ellas. Es necesario que la clase obrera, los sectores populares pobres no se limiten solamente a que se vaya uno u otro gobierno, que no se atrapen en soluciones supuestamente transitorias que preparan el próximo gobierno antipopular.
Los acontecimientos revelan que cuando la clase obrera no tiene un Partido Comunista con independencia estratégica de la burguesía, entonces el descontento popular y la protesta se convierten en parte de los planes de reforma del sistema político.
Desde hace más de tres años está en desarrollo la intervención imperialista en Siria que está claramente vinculada con los demás desarrollos en la región como por ejemplo con la intervención de la OTAN y los acontecimientos que están en desarrollo en Libia, así como los desarrollos en Irak. Es claro que los acontecimientos en Siria tienen sus raíces en el interior del país, dado que Siria está en el camino de desarrollo capitalista y a ello se deben los problemas económicos, sociales y políticos que sufren la clase obrera y los demás sectores populares. Se trata de problemas que se agudizaron en los últimos años antes de la intervención imperialista, debido a la política de privatizaciones, de reducción de los derechos laborales y populares y de los sueldos, que se promueven a favor de la burguesía nacional.
Paralelamente a las reacciones populares frente a las medidas antipopulares, se llevó a cabo una intervención imperialista abierta por parte de EE.UU., la UE, Israel, Turquía, Arabia Saudita, Qatar etc. Es evidente que algunas potencias imperialistas están interesadas en la desestabilización y el debilitamiento de las fuerzas políticas burguesas dominantes del régimen burgués sirio que mantiene relaciones estrechas con Rusia y que por sus propias razones entró en conflicto con el “aliado más leal” de los EE.UU. en la región, Israel, y constituye un aliado de otras fuerzas en Palestina, en Líbano, que luchan contra diversos planes imperialistas.
El debilitamiento de estas fuerzas que son lideradas por el presidente Assad o incluso su derrocamiento facilitó los planes imperialistas de ataque contra Irán bajo el pretexto de su programa nuclear. Incluso puede llevar a nuevos desmembramientos de Estados en la región y a un domino de desestabilización y derramamiento de sangre, lo cual traerá nuevas guerras e intervenciones imperialistas.
Haciendo un breve repaso histórico, podemos evaluar que después de la II Guerra Mundial, gracias a la influencia de la URSS, debido a su contribución a la Victoria Antifascista, a la superioridad del socialismo en cuanto a la reconstrucción del país, la formación de regímenes socialistas en Europa Este, el colapso del colonialismo, se llevaron a cabo procesos positivos en la correlación de fuerzas internacional. Por supuesto, estos procesos han sido sobreestimados por el movimiento comunista, porque el sistema imperialista internacional permanecía fuerte y justo después del fin de la guerra, el imperialismo, bajo la hegemonía de EE.UU., inició la “Guerra Fría” y elaboró una estrategia para socavar el sistema socialista y reagrupar fuerzas.
En aquel período, en una serie de países, como en Siria, predominó la cuestión de la conquista de la independencia nacional como primera condición para la superación del retraso que predominaba en todos los sectores de la vida social. La URSS y los demás Estados socialistas elaboraron una política de cooperación económica etc. y de apoyo a los nuevos regímenes y entre ellos el de Siria, para que no se asimilaran en el mercado capitalista internacional, en las uniones imperialistas, para fortalecer las fuerzas en el interior del frente gubernamental que se posicionaban a favor de la “orientación socialista”.
Este esfuerzo de la Unión Soviética de desarrollar relaciones económicas, e incluso alianzas, con algunos Estados capitalistas contra potencias imperialistas más fuertes, era legítimo y comprensible, dado que se debilitaba el frente único de los imperialistas, se desprendían fuerzas de ello, al menos temporalmente, se utilizaban las contradicciones en el campo imperialista. El problema es que cuando aquella opción (estatal) coyuntural de la URSS, que se manifestaba a nivel económico, diplomático u otro hacia algunos países fue considerada como un principio, fue teorizada y se hablaba de la llamada “vía de desarrollo no capitalista” en estos países que se vinculaban con la percepción sobre una “transición pacífica”. Esto condujo a las fuerzas comunistas y consecuentemente al movimiento obrero a convertirse en muleta de las fuerzas burguesas.
De hecho, hasta hoy día algunos interpretan erróneamente las palabras de Lenin que “el capitalismo monopolista de Estado es la preparación material más completa para el socialismo, es su antesala, es el peldaño de la escalera histórica entre el cual y el peldaño llamado socialismo no hay ningún peldaño intermedio” [8], para justificar el apoyo activo y la participación de los comunistas en la gestión burguesa.
A pesar de que esta gente entiende el capitalismo monopolista estatal meramente como la existencia de un sector estatal fuerte en la economía y no como el imperialismo, la fase superior del capitalismo, como lo había descrito Lenin, cabe subrayar algo más: Lenin nunca llamó a los comunistas a contribuir de posiciones gubernamentales u otras posiciones a la gestión y el fortalecimiento del capitalismo monopolista estatal.
Los que revocan esta frase concreta de Lenin para justificar su participación en gobiernos burgueses “de izquierdas”, “patrióticas” etc. la han concebido erróneamente. Unas líneas antes de este pasaje, Lenin había escrito que “La guerra imperialista es la víspera de la revolución socialista” [9], sin embargo, esto no significa que los comunistas debemos saludar la guerra imperialista, o participar en esta al lado de la burguesía de nuestro país. Según la historia, Lenin fue él que levantó la bandera del internacionalismo proletario, contra la participación en la Primera Guerra Mundial Imperialista, una bandera que fue abandonada por la Segunda Internacional.
Así que la distinción equivocada de la burguesía en sección “patriótica” y sección “servil a los extranjeros”, la participación en gobiernos burgueses, pueden llevar al Partido Comunista y a los trabajadores a luchar bajo una “bandera ajena”, y Lenin había advertido de este peligro.[10] Es más, ya que en la práctica se demostró que no existe una “tercera vía hacia el socialismo”, tal como no existen etapas intermedias entre el capitalismo y el socialismo. Esto se ve también en el caso de Siria.
Señalamos estos puntos porque consideramos necesario aclarar que la posición del KKE contra la intervención imperialista en Siria no significa una identificación con el régimen de Assad, ni tampoco nuestra oposición al ataque imperialista contra Irán significa que renunciamos la oposición de nuestro Partido al régimen burgués de este país.
Los comunistas determinamos nuestra postura de la posición de ruptura con las opciones y los planes de la burguesía de nuestro país, como es la participación de Grecia en la guerra imperialista. Nuestra oposición a la guerra imperialista, la organización de la lucha del pueblo contra la implicación del país, contra el uso de los territorios, de los mares y del espacio aéreo de nuestro país como punto de partida para el ataque contra otro pueblo, es hoy día un asunto crucial que nos da la posibilidad de poner en el orden del día la cuestión del poder, llamando al pueblo griego y a los demás pueblos de nuestra región a organizarse y derrocar la barbarie capitalista que da lugar a la guerra.
Además, entendemos que el movimiento obrero revolucionario en Siria no puede ser indiferente ante la intervención imperialista extranjera, que se lleva a cabo actualmente en su país, ni con respecto a los planes de ocupación y desmembramiento de Siria; no es posible que no sea involucrado en la resistencia contra la intervención imperialista. Desde este punto de vista, expresamos nuestra solidaridad con la resistencia del pueblo sirio contra la intervención imperialista extranjera y al mismo tiempo consideramos que esta puede tener un resultado positivo solamente si está ligada a la lucha por una patria libre de capitalistas, fuera de las coaliciones imperialistas, una patria donde la clase obrera será el propietario de la riqueza que produce, donde la clase obrera estará en el poder.
Los últimos acontecimientos en Irak, con la actividad del llamado Estado Islamico (EI) que fue apoyado por Arabia Saudita, Turquía y por supuesto por los EE.UU. y otras potencias de diversas maneras con el fin de promover sus propios intereses en la región, pueden funcionar como un catalizador para los desarrollos. No sólo porque pueden ofrecer el pretexto de una nueva intervención militar de los imperialistas en la región, sino además porque por primera vez en décadas están allanando el camino para un posible cambio, temporal o permanente, en las “alianzas” en la región y una gestión diferente de parte de EE.UU. y UE, de la burguesía de Irán y tal vez de Siria. La postura del movimiento obrero y popular en este caso también no puede ser de apoyo de los imperialistas contra los “títeres” oscurantistas que ellos mismos crearon. Lo que se necesita es la emancipación del movimiento obrero de los planes burgueses-imperialistas en la región, la elaboración y el trazado de su propia estrategia, algo que sin embargo se hace difícil por la falta de un partido comunista fuerte con estrategia revolucionaria en Irak.
Por supuesto, esta conclusión es válida también para los acontecimientos peligrosos en nuestra región en general, como en Ucrania. El conflicto sangriento se estalló en el terreno de la vía de desarrollo capitalista que sigue este país, con la intervención de la UE y de EE.UU. en los acontecimientos en Ucrania, en dura competencia de estas potencias con Rusia, por el control de los mercados, de las materias primas y las redes de transporte del país.
El derrocamiento del gobierno de Yanukovich no constituye un “desarrollo democrático” dado que con el apoyo de la UE y de EE.UU. surgieron en la superficie fuerzas reaccionarias, hasta incluso fascistas, utilizadas por la UE y EE.UU. para promover sus objetivos geopolíticos en la región de Eurasia.
El KKE ha evaluado que para el pueblo ucraniano tampoco es una solución la vinculación de Ucrania con la Rusia capitalista actual. El esfuerzo de dividir al pueblo de Ucrania en base étnica y lingüística y llevarle a una masacre, con consecuencias incalculables trágicas para él mismo y para su país, para elegir entre una u otro unión capitalista interestatal es completamente ajeno a los intereses de los trabajadores. Hemos expresado nuestra convicción de que el pueblo trabajador de Ucrania debe organizar su propia lucha independiente teniendo como criterio sus intereses, no a quién imperialista elige una u otra sección de la plutocracia ucraniana. Debe trazar el camino hacia el socialismo que es la única alternativa ante los impasses del camino de desarrollo capitalista. El pueblo de Ucrania ha experimentado lo que significa el socialismo. En gran medida añora las enormes conquistas sociales para la clase obrera y los demás sectores populares. El KKE ha exigido que nuestro país no tenga ninguna participación, ni implicación en los planes imperialistas de la OTAN, de EE.UU. y de la UE en Ucrania. Destacando que la crisis capitalista y las guerras imperialistas van mano a mano y que el pueblo no tiene ningún interés de la participación de Grecia en estos planes.
Este articulo continuara en una serie de entregas que irán explicando detenidamente por puntos las características de la guerra imperialista actual.
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